Wednesday, March 21, 2012

Agradecimiento

Hoy es el Día Mundial de la Poesía, y también el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Ha debido de ser por esta acumulación por lo que la primavera ha decidido no presentarse este año. Ayer, en teoría, llegaba. Salí con una camisa ligera (aunque sin florecillas) y pasé más frío que Amundsen. Esto de los días mundiales e internacionales es uno de los coñazos propios de nuestra época, al igual que el dichoso -os/-as. Los coñazos propios de nuestra época se caracterizan por tres cosas: son cúrsiles, son inútiles y son, justamente, un coñazo. Recuerdo que cuando yo era niño fue el Año Internacional del Niño. Creo que no ha vuelto a tocarme ningún otro. Pero incluso aquel lo viví como si hubiese sido, pongamos, el Año Internacional del Mapache. En este santoral paralelo (no laico, sino beato también) ya deben de estar ocupadas todas las fechas y por eso se empiezan a formar parejitas. La de hoy no está mal, después de todo. Desde una perspectiva eurocéntrica (que es la que me ha tocado en la verbena), la figura que aúna poesía y raza es la Jeanne Duval de Baudelaire. Raza negra, se entiende: porque también la hay blanca, e incluso blanquísima. Szymborska sería otra santa adecuada para hoy. Los polacos, por lo demás, son unos blancos que han sido tratados como negros. Los polacos son nuestros negros. En Szymborska veo más negritud que en Soyinka. Cuando murió (Szymborska), Savater escribió un artículo precioso, y yo me fui a mi Poesía no completa de Szymborska (FCE, 2002) y lo abrí al azar para hacerle un homenaje. Pero fue el azar el que me hizo un homenaje a mí, porque salió "Agradecimiento"):
Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor no puede darlo
ni sabe tomarlo.

No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.

Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.

Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.

Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.

"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.

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