Monday, March 12, 2012

Eucaliptos



En un artículo de Constantino Bértolo sobre los premios literarios, que me interesa solo relativamente, leo dos frases sobre los eucaliptos que sí me interesan mucho. Una de Wangari Maathai:
Cuando uno entra en estos monocultivos, parecen bosques muertos porque lo único que hay son eucaliptos. No se ven pájaros, mariposas, otros árboles, animales –nada más que ellos, porque no permiten que nada más crezca.
Otra del propio Bértolo:
Como es bien sabido la hoja del eucalipto al caer acidifica el suelo sobre el que su tronco se sustenta convirtiendo en infértil, hostil, agresivo, orgánicamente pobre y propensos a la erosión y degradación los terrenos que lo rodean.
Mi interés viene de que el eucalipto es el árbol de mi infancia. La fábrica de mi padre estaba en una explanada con eucaliptos, y uno de los lugares en que jugábamos en el barrio era un bosquecillo de eucaliptos. De ese bosquecillo solo queda lo que muestra la foto de arriba, que he capturado de Google. Ahí jugábamos al balón y corríamos. Había un terraplén por el que teníamos que bajar si se nos caía el balón. Una de las cosas que soñaba entonces era que me caía por el terraplén, y seguía cayendo y cayendo. Una vez mi amigo salió corriendo al ver que su abuelo venía a buscarlo. Yo me puse a correr con mi amigo, y el abuelo nos siguió lo que pudo, hasta que le faltaron las fuerzas. El anciano murió después. Su cadáver, en su cama, fue el primero que vi. No murió a causa de la carrera, pero en mi recuerdo se fue quedando como que sí. A veces también soñaba que el abuelo nos perseguía, entre los eucaliptos. En aquel lugar, justo donde se encuentra ahora la señal de stop, me enteré de la muerte de Franco. Mi madre me llevaba a la escuela y otra mujer que volvía nos lo dijo. Por allí había también una perfumería y una dependienta joven con escote. Y más abajo vivía la abuela de Marisol. Se decía que a veces iba a visitarla Marisol, pero yo no la vi nunca. Como en aquel barrio viví solo hasta los nueve años, todo se ha quedado concentrado allí. Las frases sobre los eucaliptos me han hecho pensar que, contra lo que se dice, quizá la infancia tenga el mismo efecto.

* * *
(13.3) Suculenta ampliación la que me envía Josepepe, en tres partes que enlazo comprimidas en el título: "El jardín del diablo".

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